
Vamos a gritar mil por favores y miles no quiero.
Vamos a dejar caer lágrimas a borbotones, tantas que perderíamos la cuenta de intentar registrar los hechos.
Vamos a saltar de la vereda a la calle y cruzaremos con independencia, aprendiendo a temer.
Vamos a creer que aquel rostro es la unificación de nuestros anhelos, aprenderemos a olvidar.
Vamos a correr unos kilómetros bajo el sol previo al verano, recordando que estamos despiertos y que nuestros pulmones sirven, y están ahí.
Vamos a darnos cuenta que nuestro origen es tan complejo como lo somos nosotros.
Vamos a creer que eso que sentimos es aquello en que creemos y posee nombre propio, aprenderemos que los nombres no son absolutos.
Vamos a descansar luego del trajín diario, recordando que estamos hechos de posibles y de evidencias, de sueños cumplidos y metas olvidadas.
Vamos a saltar de la cama y olvidarnos que hoy no debemos trabajar, que se puede disponer del tiempo y luego dormiremos más, agradeciendo ese vacío.
Vamos a mirarnos al espejo luego de un tiempo y recordaremos que somos eso que fuimos mirando gradualmente, casi sin reconocernos, hasta que un día de pronto el reflejo sea la imagen de nuestro rostro.
Vamos a hablar con aquellos que nos escuchan, contaremos penurias y desengaños, frustraciones y odios variopintos, alzaremos la voz para escucharnos y creer que lo dicho es cierto hasta que un día, entre tanta charla escuchemos que el que habla somos nosotros.
Vamos un día a mirar en perspectiva, veremos eso que fuimos, ese potencial que fue encontrando un cauce y aprenderemos que la memoria es un buen refugio para ciertas cosas.
Vamos a vivir las ausencias de manera habitual, descubriremos bajo el sol de una plaza un nuevo modo de aprender, olvidar y temer.