jueves, enero 20, 2011

Mr. No (un diálogo posible)

Revuelve el café como si tuviera todo un día para hacerlo, descansa un canto del dedo índice sobre el labio superior y el pulgar sobre el maxilar inferior, luego da un sorbo a la taza.

- Creer que es posible no es solo un slogan, de hecho creer es solo una parte del trato, lo que sigue es hacerse cargo y ponerse en la frecuencia de lo que uno busca.
- Pará un poco querés, ¿Te comiste a un lavacocos new age, hablás vos o los libritos pedorros que solés leer? - dice el otro mientras con las manos apoyadas en la mesa, dobla y tuerce con insistencia una servilleta de papel.
- Bueno, con vos no se puede hablar, te quejás, pedís un consejo y ahora criticás lo que te digo atacando lo que crees que leo, así no vas para ningún lado.
- Me parece que decís muchas estupideces – asevera el doblador de servilleta, mientras mira a izquierda y derecha sin buscar nada en especial.
- A mi me parece que te gusta quejarte y criticar, es una linda forma de hacerse el boludo y seguir alimentando eso que tanto te jode, que al fin de cuentas, es tu forma de ver el mundo y de actuar en consecuencia.
- Estás hablando gansadas.
- Por lo menos mis gansadas no me deprimen, ni me quejo, ni critico a los demás por deporte – el revolvedor de café deja la taza en la mesa, con un leve gesto de resignación.
- Yo creo que el mundo es así, una reverenda mierda, que están los que tienen suerte y los que están meados por los perros- diciendo esto el doblador de servilleta dió un golpe a la mesa con la mano abierta, algunas personas en el bar voltearon para ver quien había causado tal ruido.
- Qué linda visión la tuya, un canto a la vida, pegate un tiro y listo, cruzá en rojo y entregate al azar del tráfico, nadá con tiburones y hacételes el loco. Y no golpees la mesa, que acá vengo siempre, no me hagas quedar como el orto.
- Tampoco dije que sea boludo che. Y me importa un carajo la mesa, yo soy así y ya lo sabés, de última es mi problema, no tuyo.
- Creo que entre la boludez y tus actitudes hacia la vida hay una línea muy delgada. Y tenés razón, es tu problema, no mío. Y como vos viniste a mí, a contarme tu historia, pasó a ser mi problema también, porque soy amigo tuyo, pero a vos no te importa eso. Golpeá la mesa, golpeate la cabeza si querés, y la próxima que necesites de mi ayuda, tratá de estar dispuesto a escuchar, que una cosa es dialogar y otra cosa es que me uses de vomitorio...

El revolvedor de café se levantó, se dirigió a la puerta y se perdió entre la gente, pensando en que “Creer que es posible no es solo un slogan”, con cierta resignación, y un dolor que representaba de algún modo, eso que le habían comentado y el no quiso creer: algunas personas - en su malestar- eligen estar mal.