martes, agosto 26, 2008

Lo inesperado de lo habitual

Un hombre va camino a su hogar, recuerda de pronto la calidez de la noche anterior, sabe que hoy llegará nuevamente de regreso y encontrará lo que ayer, ese beso tan familiar, las preguntas cotidianas y una comida compartida en una noche tan particular como similar a las anteriores. Un poco del amable frío de la incipiente noche lo rodea, admira la simplicidad de algunos carteles luminosos o el simple paso sobre una vereda con detalles que podría recitar de memoria, irregularidades en el relieve, pequeñas grietas, jeroglíficos jamás escritos de algún lenguaje inexistente, y finalmente la puerta, sin garantías pero con fuertes probabilidades de encontrar detalles familiares como el rostro en el espejo del hall del edificio o el sonido de la llave que girará y atraerá al perro y al pequeño niño que correrá tras el ruido. Restan unas pocas cuadras para llegar.

No recuerda lo que hizo anoche, aunque una leve imagen difusa acude a la memoria lentamente y sin la precisión que él quisiera, aunque no repara demasiado en esos detalles. Raramente recuerda con exactitud el día anterior. Pero hoy un pequeño dolor en la espalda le recuerda que algo anduvo mal, que los tiempos habituales se rompieron, que lo único que él conoce con seguridad fue devaluado por la ineptitud, ya le habían avisado que no había garantías sobre aquel sujeto, y finalmente no estuvo en el momento esperado, seis segundos tarde, suficiente como para recibir aquel golpe. Que tuvo demasiada suerte ya que el disparo mas certero impactó en la cabeza del conductor tardío y a él no le quedó mas remedio que conducir y evadir, un exceso innecesario: la próxima vez revisaría mejor las referencias.
Y a medida que avanza por la calle sabe que esta noche no habrá nadie en el departamento, que la última mujer que pisó el suelo inhóspito de sus dominios lo dejó sin mayores explicaciones, que las permanentes evasiones y las heridas inexplicables no podían sostenerse demasiado, en última instancia que la mentira no es su fuerte. Las mujeres no son tan dóciles como los fríos metales que cada noche limpia y revisa, que esporádicamente defienden su riesgoso modo de vida.
El horario es el acordado y el autómovil está en el lugar que el espera, el conductor lo saluda, avanzan por una avenida, el dato era preciso sobre el cambio de horario, los guardias estarían afuera, el blindado con dos guardias dentro. No sería muy complicado hacerse de las bolsas de dinero.
El automóvil se desespera por el asfalto, la policía aún no fue notificada de la balacera de la avenida, el automóvil corre con ventaja.
El semáforo cambia a rojo, hace unas pocas cuadras que bajaron un poco la velocidad pero no lo suficiente como para evitar la embestida, el cuerpo sobre el parabrisas, la mancha de sangre, la pérdida de control y los metales retorcidos debajo del ómnibus que venía en sentido opuesto sobre la avenida.

Un teléfono sonó, la cena estaba preparada, la mujer soltó el tubo, el niño la miró sorprendido, y las lágrimas no alcanzaron para explicarle lo sucedido.

Ningún hombre volverá a casa esta noche.