jueves, octubre 27, 2011

Mashup Brian Aldiss, José Saramago y Mario Benedetti


Me estaba duchando después de una noche de insomnio cuando tuve la revelación.[1]
Escrito estaba en las tablas del destino que caín tendría que reencontrarse con abraham.[2]
Ana María salió un momento a la calle, sin ninguna esperanza de encontrar al Angel y sin embargo estaba alli, como si hubiera sabido que se trataba de una despedida.[3]




[1] Brian Aldiss - Los superjuguetes duran todo el verano.
[2] José Saramago - Caín
[3] Mario Benedetti - Cuentos completos

sábado, octubre 15, 2011

La cuchara papa


Una papa se convierte en cuchara.

La cuchara salta al vacío y se inmola sobre un colchón.

El colchón que anda cansado sigue durmiendo, le pegó fuerte el atracón de la noche anterior.

Los resortes del colchón se hunden, se derriten y se filtran por una baldosa, llevándose consigo a la cuchara que yace herida.

El resorte-cuchara llega por un mecanismo desconocido, a la avenida, y se adhiere al poste de un semáforo que por alergia termina estornudando el resorte-cuchara que por estar derretidos, se adhirieron a una lamparita del semáforo, y el resorte-cuchara-lámparita cayeron justo sobre la sirena de un patrullero.

Como la luz roja faltaba del semáforo, los automóviles seguían de largo, y nadie chocó, y el patrullero que ya estaba varias cuadras delante, agregó un tono rojo a la típica luz azul.

Tal resplandor desconcertó a mas de uno que despistado, pensó que el patrullero era un carro de bomberos, y gritaban desconsolados ante tal engendro anti natural.

Y por la esquina donde estacionó el patrullero pasa un joven, riendo, caminando con soltura y tranquilidad, recordando haber dejado unas papas hirviendo, y una cuchara sobre la tapa de la olla.

viernes, octubre 07, 2011

Testigo de mi


Soy el avispón verde, soy Jackie Chan, un espía ruso en el café, una tapia, una venda que te cubre, un reflejo que no se ve, el árbol que no se ha escuchado caer.

Te miro de reojo y creés en la indiferencia como un valor rector de nuestras estupideces, y seguís mirando hacia adelante, y te enoja, como es que no te miro, que no aprecio tus pasos.

Soy una marmota, un oso panda y la puta de aquella película, soy ese grito que guardaste aquella tarde, la picazón de tus manos, esa pregunta que aún estas respondiendo.

Te saludo con mi sonrisa de todos los días, e inventás otra excusa para estar con esa cara, incontrolablemente irascible: sin embargo te sonrío y me caés bien, y aun así te vas, degustando el dolor que te causa no estar en tu propio cuerpo, no estar caminando en tus zapatos, no estar detrás de esa cara que no podes controlar, tan lejos.

Soy tu tia Marta, soy tu dolor en el ojo, esa escama del pescado que cenaste anoche, esa cama que dejaste exahusta en ese hotel barato, esos ojos que perdiste entre las ventanas de un subterráneo.

Escucho tu historia, de pronto me disperso, y vuelvo al hilo de lo que me contás, escapo, y escapás a mis escapismos, el diván te atrapa y te perdés, y ahora sos un pez, o un mono, y no te importa, todo vale para escapar, para obviar ese rostro que tenés, que bien sabés ajeno, que bien sabés que ya no tiene que ver con vos.

Soy esa mirada lasciva, el apretón de manos que te dijo lo que esos labios jamás dirían, soy esa pausa final antes del tono de marcar, soy la carta ganadora que no se ha jugado.

Me miro al espejo y te veo, te miro en la calle y me veo, los veo en las gradas y me veo, te escucho llorar y reconozco los llantos que fueron y todos lo que faltan. Reconozco en vos y en ellos la mirada que nos pertenece, las palabras que pareciendo ajenas son una leve traducción de nuestros desvaríos, te reconozco al reconocerme, y me olvido al olvidarte, pues al fin de cuentas, estamos acá.