viernes, junio 17, 2011

Your inner monster

Image used under a Creative Commons
license courtesy of LorenJavier

Hoy es un día particular, ni por lo nublado ni porque ya dejé de contar las horas, ni porque me sienta cansado.
Te veo abatido, y con miedo.
Te imagino cobarde, pero quién no fue cobarde alguna vez...
Te imagino sangrando, pero quién...
Y te veo respirando, con lágrimas, el rostro en el suelo, arañando para desplazarte, pidiendo por agua sin decirlo y sin nadie para oír.
Te veo con una lengua que no se mueve, con una voz que no sale.
Veo ese pequeño monstruo que se mete en tu cuerpo y te habita, que respira por vos, mira por vos, y determina tus movimientos y esas ausencias...
Te veo caminando en la calle, como uno más, con una sonrisa compatible con ese bello mundo, con ese horrible mundo de desencuentros y monstruos de caras mas terribles que esas de las que huís.
Te veo animado por una energía que sale desde dentro del monstruo que te habita, tratando de desintegrarlo, temblando de una fiebre extraña.
Veo que a ese monstruo le queda bien tu piel, tus ojos y tu aparente dolor.
Veo como con cada palabra que no decís, el monstruo se fortalece, arrastrándose con mas fuerza y disfrutando de la frialdad del contacto de la piel lastimada con el suelo.
En tus palabras tu monstruo habla por vos, y hablan los dos, y ya no se con quién hablo, si con vos o ...
Cuando te abrazo siento que el monstruo teme, que se encoje y gime, reduciéndose a un espacio mas pequeño, y tu aliento deja de ser el de un dragón lastimado, y de pronto te encuentro.

Te veo en un tiempo hacia adelante, caminando tranquilo, con el monstruo lejos, te veo con una sonrisa sincera y un aliento nuevo, sin fuegos de dragón, encontrándote.

martes, junio 07, 2011

Julio

Te leo, te leí, me enseñaste sin decir nada y diciendo enormidades que caben en una frase.
Influíste en el tiempo y en el espacio, en mi tiempo y en el de otros, en las ideas y en los sueños.
Caigo y me levanto, y el factor común de esa masa informe que conforma una sucesión incesante de palabras, sos vos, que te tuteo sin conocerte en persona: nos regalaste esa sensación de amistad hacia el conocido que uno desconoce, y esa familiaridad extraña con tus palabras alimenta esa sensación, que mas que sensación huele a abrazo fraterno.
Si se puede ser amigo de alguien que ya no está -podría asegurarlo- y abrazarte en cada palabra que dijiste, en cada página de un libro que tiene tu cara en la contratapa, lo dirá el tiempo.
Quizá el retorno que uno esperaría en una amistad, una hermandad, lo ofrecés determinadamente desde antes de que naciera esa gente que se enteró de tu existencia a través de algún otro amigo tuyo, eso que cosechaste sin quererlo, atravesando personas y movimientos, posturas y mediocridades.
Y cayendo de ese árbol interminable de ramas que vos incrustaste, sin proponérmelo, te leo de nuevo y te conozco, es más, nos conocés a todos desde antes y hacia el tiempo que viene. Como si parte de tu alma fuera un poco la de todos, como si tus palabras fueran lo que muchos queremos decir como cavernícolas que somos, gesticulando o gimiendo, lejos de la forma que nos ofreciste, esas cosas indefinibles que salían de andá a saber donde.
Y pienso -qué loco- que todos somos parte del otro, que aquellas palabras al viento o a quemarropa, esos golpes de puño en imprenta forman parte de nuestras ideas, y si estamos convencidos de que éstas conforman lo que somos o que en algún grado determinan nuestras acciones, tus palabras son parte necesaria de ese rompecabezas humano: llamarte hermano o amigo no honra las evidencias.

Estoy seguro de que estás mas allá de la separación que sugiere una idolatría y mas cerca de una integración que afirma que nunca, pero nunca, vas a morir.