lunes, octubre 26, 2009

¿Donde está Dios?

Conozco a una persona que nació lejos, porque lejos no es acá, ni acá nomas, lejos es allá, donde Dios se olvidó de hacer visita, y donde sus representantes mantienen la esperanza de alguna vez ser bendecidos.
En aquel lejano lugar donde esta persona nació, bajo el mismo sol que le avisaba de un nuevo día, también estaban los azotes, granos de maíz debajo de las rodillas en una época donde la violencia cotidiana de esos pagos no extrañaba a nadie, y muchas esperanzas de una vida feliz.
Conozco unos ojos que dicen más que las palabras que fueron permitidas, se adivina el dolor detrás de ese brillo que a veces desaparece.
También conozco a nuestra bendita iglesia, que desde niños nos inculca la fe y la bondad divina, y que tan bien nos inculca la sensación de culpa y el deber mas allá de la razón. Pues amarás a Dios por sobre todas las cosas. Nos enseñan que esa es una verdad inconmovible, sin enseñarnos primero que es el amor (como si supieran que es, dicho esto con la seguridad de que ningún miembro de la Iglesia podría hacerlo).
Esta persona que una vez decidió escapar de los castigos y de la desolación de un pueblo sin demasiado destino mas allá de la perpetuidad de los vicios, fue hacia la ciudad en busca de algo diferente, rosario en mano, con las estampitas preferidas en un bolsillo, y el alma en las manos, creyendo en que algún santo podría aminorar la carga y el largo viaje.
Y así la ciudad la abrazó con un matrimonio precoz, hijos que prometían ser el vehículo a la felicidad y un sistema económico que se empeñaba en recordarle que de la pobreza no se sale fácilmente, y que un viaje a la ciudad no es garantía de prosperidad.
Así pasaron los años y los avatares de una vida con frustraciones, oraciones constantes al “Jesusito” que se empeñaba en no mostrarse, que constantemente evadía los rezos.
Ni las lágrimas luego de las traiciones, ni varias estafas sufridas, ni tantas soledades y vueltas en círculos, han convencido a Dios de hacerse presente en la vida de esta persona. De mostrar al menos un instante un gesto de benevolencia.
Esta persona ha perdido un hijo en circunstancias aberrantes, ha sufrido lo indecible, y aun así va al cementerio periódicamente, y pide a Dios por el alma del hijo, mientras pregunta “Por qué”, y Dios sigue en silencio, ni sus representantes tienen una respuesta, lógica, ilógica, metafísica, o de la índole que fuera, ni la justicia de los hombres alcanza a responder a tal interrogante.
Y así y todo esta persona se persigna frente a la iglesia donde su “Jesusito” yace en una cruz, como una forma de respeto que alguna vez aprendió, y que repite, porque así debe ser, porque ahí dentro está Dios, y es un lugar sagrado; será que la santidad, el perdón, la energía sanadora de la fe se halla en concentraciones mayores bajo los techos altos de las iglesias, y no en cualquier otro lado...
Será que Dios cortó las lineas telefónicas con sus fieles, será que se cansó de tanto milagro. Tal vez esté en esos países lejanos donde los niños se mueren de hambre o bajo la explosión de algún misil, quizá haya mayor necesidad de Dios y éste en su infinita misericordia decide aparecérseles en algún sueño o visión para hacerles creer que las bombas tienen un fin divino, y que el agua contaminada que toman es agua bendita, y que el olor a podrido de ese mismo agua es una cuestión regional y que la escasez de alimento es una medida de la santidad que lograrán cuando su sistema inmune colapse y los lleve a un sueño eterno, donde tal vez Dios con un poco más de tiempo, decida atenderlos y abrirles las puerta del cielo.
Conozco también, que la persona sobre la que versa este relato, hace poco ha sufrido un asalto por parte de unos jóvenes armados víctimas de esto que algunos llaman sociedad, que tampoco conocen a Dios por lo visto, ni mucho menos un par de mandamientos que contradicen sus actividades.
Esta persona que tanto ha sufrido y perdido, aun sigue rezando por el alma del hijo, se persigna delante de las iglesias, cree en el Dios de los cristianos y obra en consecuencia, y hasta agradece tener un trabajo, que le permite gozar de una pobreza digna.

A quienes creen en el Dios de los cristianos o en el Dios benevolente que todo lo provee y en su infinita sabiduría todo lo sabe y en su omnipresencia está en cada lugar de este pequeño planeta, les pregunto: ¿Donde esta Dios para esta persona?

domingo, octubre 11, 2009

llueve

Llueve fuerte, perros y gatos.
Cada gato escupe algunos perros, y de cada perro salen gatos, que escupen perros, y asi el ciclo continúa.
Algunos en la caída se encuentran, se reconocen de a ratos, y si tienen suerte se enamoran, procrean perros o gatos, lo que caiga en suerte, y luego se estrellan contra el suelo, porque en este mundo tanto los gatos como los perros que caen, mueren al tocar el suelo, incluso los hijos de los que hallaron el amor en la caída, nada de siete vidas...
Algunos gatos han hecho sociedades en secreto con los perros que escupen gatos por la boca, mientras caen refuerzan su vínculo, y hasta se traicionan, reforzando vínculos con otros perros y gatos respectivamente, que serán traicionados también, por otros semejantes si es que no tienen la suerte de tocar el suelo antes, y mezclar su naturaleza muerta con la de los demás.
Y el charco de sangre, carne y pelo es uno solo, donde no se distingue raza, ni rasgo animal, porque hay dientes grandes, dientes pequeños, bolas de pelo y sangre, ojos que no mirarán nunca más nada, bocas que no maullarán ni ladrarán, ni escupirán perros ni gatos.
Pero algo hay de extraño incluso en el fin, cuando un animal esta por tocar el suelo, mira a los ojos al que esta arriba, perro o gato, lo mismo da. Mira a los ojos al que esta por encima, pronto a caer y sumarse a la masa informe de animales en comunión. Y mira a los ojos al de más arriba, que se contorsiona y si puede deja salir algunos animales de su boca, maullando o ladrando, escupiendo más animales que luego harán lo mismo.
Y en una secuencia ascendente, los animales miran a los ojos al de arriba, que mira a los ojos al de más arriba, y asi hasta que todos los animales de algun modo saben lo que les espera, en el instante preciso donde son conscientes de que están cayendo, que serán parte de lo inevitable: maullar, ladrar, escupir perros o gatos, y luego...
Pero aun así caen, maullando, ladrando, retorciendo sus pequeños o grandes cuerpos, encontrándose en los ojos de los otros animales, comunicándose entre sí, porque es lo que deben hacer, en lo inveitable de su naturaleza y su destino inminente.

El gato maulla porque aún no le he dado de comer, el perro ladra porque no salió a la calle en toda la tarde.

Afuera llueve fuerte: perros y gatos.