sábado, julio 31, 2010

Pelotudos aquí y allá


- La verdad es que estoy algo cansado de esta gente, de sus palabras, de su falta de respeto por los demás.
- A vos no te hacen nada.
- Si, lastiman, hieren con su pelotudez constante.
- ¿Te parece?
- No me parece, estoy seguro, estamos rodeados de pelotudos.
- Pelotudos abundan, en todos lados.
- ¡Pero no puede ser, a cada paso un nabo que dice idioteces, que te muestra lo complicado de su vida, y va por ahí repartiendo giladas!
- Bueno che, cada uno vive como puede ¿No?
- Si, como puede, miranos a nosotros, como podemos, por culpa de esos hijos de puta.
- Pero es otro clan, el de los hijos de puta, es otro tipo de gente, esos se valen de los pelotudos, hasta les hacen creer que son menos pelotudos de lo que realmente son.
- Pelotudos inconscientes de su pelotudez, bingo, traeme un cuchillo oxidado que me mato acá nomas.
- No seas gil, pelotudos hay de sobra, pero la gente piola los opaca, por suerte.
- ¿Hace cuanto que no conocés a alguien piola?, sos un poco optimista...
- No recuerdo, últimamente me cruzo mucho pelotudo...
- ¿Viste?, están por todos lados, son una lacra, una manga de zombies que se comen nuestros cerebros.
- Pará un cacho, el cerebro no te lo come nadie si vos no querés.
- ¿Estás seguro? Un pelotudo cuando subís al bondi, otro pelotudo que te clava un paquete de lo que mierda sea que venda cuando estas por dormir luego de haber esperado mil horas por un asiento, la pelotuda que me vende los cositos esos del subte y me dice “no tengo cambio” con una voz que da ganas de cagarla a trompadas. Y el pelotudo del seguridad de la fábrica que saluda como si fuera mi amigo, y siempre comenta el número que salió en la quiniela.
- Como si te interesara. ¿No?.
- Exacto. ¡ A quien le interesa la puta quiniela, pedazo de boludo, ojalá un día gane asi se va y nos deja de joder un poco con su vicio!.
- Parece que no lo queres mucho...
- Es un pelotudo importante, no tiene cura, hay gente que no zafa de eso, mueren pelotudos.
- Che, ¿Pedimos la cuenta?
- Dale, que tengo que ver al psiquiatra, en la última sesión me dijo que tengo que manejar mi bronca, encontrar un ángulo distinto, ver las cosas buenas de mi vida, y me cambió las pastillas otra vez.
- ¡Epa!. ¿No serán como esas que te tenían redopado, no?
- Espero que no, sino le incendio el consultorio al muy hijo de puta.
- Parece que ya te hizo efecto la última sesión.
- ¿Por?
- La última vez que nos vimos me dijiste que tu psiquiatra era un pelotudo.

El bar sigue el curso de una tarde más en una ciudad llena de gente, de vaivenes y palabras, de lluvia y tardes de sol, de dormidos y despiertos, de insensatos y extremistas. Y cada tanto, entre tanto ruido, hay algunos que se sientan a la mesa de un bar, se encuentran y desencuentran cafés de por medio, entre esperanzas, sobres de azúcar e insatisfacción, para luego salir, despedirse y perderse en el enjambre habitual, siguiendo los propios caminos de vuelta a casa.