jueves, julio 02, 2009

As I grow balder (o "El pasado en el espejo")

Una estrella, un triángulo, y su cara.
Una estrella, un rombo, y sus brazos.
Una sonrisa blanca, un aroma inconfundible, una canción olvidada.
Una mano y una frase, y otra mano, y mis dedos pequeños, o gigantes los suyos.
Y veo mis ojos en un espejo, gordo y feliz, desnudo y feliz, con mamá al lado mio, vistiéndome.
Detrás de ella la cuna, el móvil de figuras que pende del techo, y algún oso de peluche que se confunde entre las sábanas, hundidas en la blancura del día que entra por la ventana.

Me veo al espejo, gordo y cansado, con manos gigantes, sin mamá cerca, y con una cuna detrás mío, con varios peluches que se confunden entre sábanas gastadas con un color de otro tiempo. Madre no está cerca, “La abuela Chechu”, como le dicen los chicos, no esta más para cambiarme, para decirme que es hora de “tomar la leche”, ni para revisar con esa mirada tan estricta las notas de la escuela, mucho menos para llamarme trescientas veces al día para preguntarme si Miguelito ya camina o la recién nacida Estelita está bien y necesita algo. Que grande la vieja...

Una estrella, un triangulo, y una mancha de polvo en la pared.
Una estrella, un rombo y la ventana con un vidrio roto.
Mi sonrisa leve en el espejo, mis lágrimas de hijo tardío, y mil quinientas palabras que no fueron dichas. Peor que haber sido un boludo es asumirlo y no tener chance de corregir la boludez que de algún modo nos atormenta, “cabeza fresca” diría la vieja, con justa razón, y sentenciaría con un beso en mi cabeza toda su sabiduría de madre eterna, de ser comprensivo y claro, sin embargo...

No puedo recordar aquella canción, algunas notas llegan borrosas desde esta memoria contaminada por la vida de un hombre de ciudad, de un “Gordo Citadino Hiperactivo” como dicen los muchachos entre cervezas y maní los viernes por la tarde.

Una estrella, un triángulo, y la puerta que se abre y entra mi mujer, que me mira y me dice algo, que le respondo y me deja solo, que se escucha un leve portazo en la planta baja y el ruido del motor del auto de mi primo, que la casa ya esta prácticamente para la venta, que no quiero saber más nada ni verme más en este espejo que acabo de romper, que la sangre de mi puño mancha la sábanas y el suelo, que se hace de noche y van a preguntar por mí, por el gordo, y van a preguntarme por la vieja, y qué les voy a decir...

Que la quería y nunca pude decírselo.