sábado, julio 22, 2006

El bar, entre camas y linternas

Siempre nos recordamos de otra manera, solía decirnos en las reuniones.

La sesión pasada nos sorprendió bailando, aludiendo a Fred Astaire como su maestro. Un dia en New York gritaba, un dia en New York.

Terminó la escena y se sentó, luego no dijo nada, aún cuando el licenciado le preguntaba directamente a él.

En otras reuniones dijo ser hijo de un navegante italiano, comerciante y estafador por derecho natural. Trató de comenzar anécdotas que hubieran quitado tiempo a los demás, el licenciado no lo dejó continuar.

Los demás siempre se indignaban, yo incluido, a excepción del día que dijo ser Robin Hood; nadie supo como había conseguido el gorro verde.

Así fueron varias semanas, al bar lo cerramos porque se llenaba de curiosos, el licenciado nos dijo que de una u otra manera hubiera sucedido porque estaba prohibido acostarse a ciertas horas de la madrugada. Al cerrarlo evitamos que nos quitaran las linternas que teníamos escondidas, el bar se extraña.

Ayer supimos que el aprendiz de Fred Astaire, el comerciante italiano, Robin Hood, y todos quienes fueron él, no volverían a bailar, ni a comerciar ni a proteger a los pobres.

El licenciado no dio muchas explicaciones sobre por qué él se había ido, sin haber salido en todo un día de la cama, sin reírse ni cerrar los ojos. Nadie lo dijo pero nosotros sabíamos que él volvería.

Ahora que la cama está vacía estamos pensando en reorganizar el bar, y esperaremos a que aparezca y nos comente donde ha estado y que aventuras trae consigo.

Es la hora en que apagan las luces.

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