martes, julio 18, 2006

Volviendo nos vamos

Y desandando un camino llega al punto de retorno. Vuelve en sí y observa el sendero a lo lejos, un aura de tiempo.

Hoy se sienta en el bar y lee, toma café y entre charlas con el mozo sigue atento, examina a quienes pasan, algunos le sonríen con un gesto de anuencia, hola como te va.

Hoy se siente de vuelta, pero en ninguna parte, una vuelta que termina en él, sin lugar reconocible más que una mesa vieja, una tasa vacía y un libro que espera.

Aflora en el gesto de simulada atención un viejo brillo, un dolor que esperaba liberarse hoy, específicamente hoy, a esta hora exacta de la tarde, en esta esquina, en este bar.

Abre la puerta e ingresa, se miran, ninguno esperaba encontrar al otro, mucho menos aquí, donde las probabilidades benefician el desencuentro.

Específicamente hoy se le desgarra esa parte que desconoció hasta ahora, ese rasgo oculto de las mil maneras de sentir que cobijó en su historia de amante amateur, de eterno trapo de piso de quienes lo recuerdan con simpatía pero sin amor. Hoy la ve y se recuerda años atrás, en una mesa similar en un lugar distante, jugando a olvidar en un instante, creyendo que un espíritu optimista puede con la herida mas grande.

Y así se levanta de la mesa con el libro en la mano derecha, saluda al mozo que recogerá el dinero de la mesa ahora huérfana, la mira a los ojos y le dice que no la ama, qué hoy sufre hasta el hartazgo la ausencia de los últimos años, que nadie superó ni reemplazó su voz ni su espacio, no por comparación sino por intensidad.

Y se va caminando lento, con la tranquilidad del que ha terminado bien un trabajo costoso.

Y llora.

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