lunes, septiembre 18, 2006

Todos jugamos a ser cadáver, que rico...

(Este es un ejercicio viejo que encontré en mis archivos, me resultó muy divertido cuando lo hice....)

Es un enredo, la sonrisa perfecta de esos pies donde el hierro se asa. Los grandes pájaros se suben a las corcheas y mientras dibujan la tela sagrada, los senos de las pequeñas persianas vomitan hijos abortados.

La sal y el hacha corren por el tapiz, la sangre del treinta y seis escupe un beso sobre el rojo y el trono se lo lleva el corcho del vaso en la mano del croupier.

Irrumpe el sol en su propia luz, y sigue y sigue, ilumina y grita aún sabiendo que las vecinas no dan flores en mayo, sino que los subtes se hacen hombres en navidad.

Volar y andar en patines es el precio más buscado por la hormiga que cada tarde, cada noche, luna y volver a empezar.

Día, sol, hamburguesas baratas y cereal con grasas saturadas de dinero, salido del bolsillo, de la fibra, del ovillo, de la industria, del inversor, del pobre, del alimento, mercado, feria, y el perro que está leyendo estas letras dejó de aullar.

Es un enredo, el chicle sigue ahí, la saliva escurre el terror propio en los túneles de esa ciudad donde los corchos y los granos de trigo bailan en las góndolas de los supermercados.

Sucede, sucede, sucede, el amor y el terror, el amor y el fuego sagrado del amor que ama y la mujer que ama y el sol que sale sin saber que es el amor, sin saber que sucede, que el sol sucede, sol, sol, sol, amor-mujer, hombre solitario que solo sabe ver el sol y no sabe que sucede, mientras él mismo sucede, existe y ama sin saberlo.

Escuchen, escuchen, escuchen sus dedos, me parece que no todavía, me parece que no.

Te quiero, sin mirarte te quiero, y esta tarde, el sol sale sin saberlo.


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