viernes, marzo 09, 2007

Esos viejos desconocidos

Hablar de algo desconocido suena a falacia, pero hablar de algo desconocido cuando uno está en contacto con eso que se desconoce nos lleva a plantearnos donde reside tal desconocimiento.

Sentir algo aproximarse, asi como quien siente un atardecer sin necesidad de ver que el sol cae. Y de pronto la duda, la naturaleza de eso que se aproxima, que se desconoce pero está cerca.

Ayer fue el dolor, hipótesis subterráneas que a través del tiempo han tomado la forma de un monstruo acéfalo, y de pronto nos cuentan que la historia ha cambiado, que “no va más” la ruleta.

Suena extraño hablar de algo desconocido, sin embargo cuantas veces hemos abrazado esas sensaciones, esos nuevos objetos desconocidos del mundo que en retrospectiva toman forma visible, pero cuando se conjugan en presente mas bien se asemejan a una silueta borrosa y amorfa detras de un vidrio, como si alguien nos jugara una broma de mal gusto, burlándose de la incapacidad propia por vislumbrar contornos, por eliminar la niebla.

Suena extraño hablar de objetos desconocidos, aunque eso que desconcemos sea sostenido en las manos, y podemos verlo y aun asi no saber que es, aún asi dudar si eso es real y está delante nuestro.

Hablar sobre lo conocido podría sonar a falacia, si reformuláramos la concepción del conocimiento, pues qué se conoce y qué se desconoce en su totalidad: poco.

1 comentario:

Xi dijo...

El interés y el irresistible hechizo de lo que no se conoce es el principio básico del conocimiento. Una pequeña mancha está ahí, una chispa, un signo de interrogación. Primero van los pasos del instinto, y luego se entra, como en el agua, en el conocer.

No hay falacia en el acto mismo de vivir.

Un abrazo grande-grande.