miércoles, julio 11, 2007

El secreto de las hadas

Sale a la calle, lleva puesto un traje de hada y unos escasos cinco años, camina unos pasos y saluda al vendedor de diarios.

En la casa el padre está en la cocina, con un cinturón en la mano, la madre en el piso apoyada en manos y rodillas, pide por favor, tiene el rostro lastimado y las piernas marcadas por un morado rojizo.

Cruza la calle y mueve un poco los brazos como si fuera un pájaro, en la mano derecha sostiene una varita con una estrella en el extremo, llega al parque y hay unos perros, se le acercan.

El padre sale de la casa y se encamina hacia un bar cercano, la madre está en la cocina, pastillas y un vaso de agua son el almuerzo.

La pequeña hada le habla a los animales, algunos le huelen las piernas o las zapatillas rosadas. Una anciana sentada cerca le pregunta algo a la pequeña.

En el bar el mozo sirve lo de todos los martes cuando llega el hombre cansado y con el rostro extraviado a las seis de la tarde. No pregunta nada, solo llena el vaso y deja que el hombre mire a través de la ventana y cada tanto golpee la mesa con el puño, hasta que pide el cuarto vaso y tambaleando abandona la mesa.

Los perros se han dispersado y solo uno marrón y pequeño está entre el hada y la anciana.

Hoy es el día de las hadas, dice la niña como respuesta a la anciana.

La mujer hace mención a los padres, a la hora y que una niña tan linda no puede andar sola.

Hoy es martes, papá viene temprano del trabajo y mamá llora mucho, papá se va y cuando regresa quiere jugar conmigo mientras mamá duerme, pero no me gusta.

La mujer acompañó a la niña de regreso a la casa, las hadas tienen amigas especiales le dijo.


A finales de agosto cada año puede verse una mujer en el parque, madura, que baja de un automóvil. Permanece sola, charla con los perros. Hay quien la ha visto llorar un poco pero sin dejar de sonreir. Se sabe hada, habiendo cruzado la calle hasta el parque con aquellas pequeñas alas y zapatillas rosadas en un tiempo remoto. Extiende los brazos y camina en círculos en el césped emulando el planeo de un avión, algunos perros ladran y unas personas la miran extrañadas, otros ya la conocen. Antes de irse deja unas flores sobre un banco.

Las hadas conocen el secreto para volar, le dijo la anciana con dificultad antes de despedirse por última vez, recostada en la habitación de un hospital, cuando el hada era una adolescente ya sin alas ni zapatillas rosadas, embarazada del primer hijo.

Las hadas conocen el secreto para volar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Puede un hada volar con la inocencia perdida???
No es acaso la inocencia la puerta de entrada al maravilloso mundo de las fantasías...

Alejandro Gomez dijo...

Volar es elevarse por sobre las experiencias, atreverse a cuestionar los hechos y las personas, asumir que hay más que un suelo posible.
En ese contexto la pérdida de la inocencia no es ningun impedimento para volar, jamás.

Mercedes dijo...

Dicen que las cosas hay que tratar de verlas con ojos de primera vez, como los niños. Todos tenemos un niño interno, que a veces dejamos olvidado, no lo escuchamos. La inocencia de ese niño nunca se pierde, ni aún cuando haya sido robada. Sabio es aquél que puede seguir escuchando su voz (o deja). Son los que vuelan aunque la tierra se empeñe en retener sus pies...